Algunas palabras sobre el vello púbico, quizá "el vello sexo". Afirma un conocido adagio que "donde hay pelo hay alegría", ¡y para Zizek, incluso ideología!.
*
Defensores del Monte de Venus, por Rodrigo Maya
Un coño afeitado es como una ostra: insípido y horrible.
_Henry Miller, en Trópico de Cáncer.
Centenares de hectáreas de monte de Venus son inmisericordemente
taladas cada día por millones de féminas que, armadas de terribles
prestobárbaras, convierten en desierto ese oscuro objeto del deseo que
el poeta Rafael Montesinos describe como “... esa ensortijada gracia
oscura/ cárcel de luz, recóndita angostura”.
Esta práctica
aberrante, que atenta contra la estética, el erotismo y la sensualidad,
nos ha llevado a un grupo de varones a constituir una organización no
gubernamental (ONG) que hemos denominado “Defensores del Monte de
Venus”, cuyo objetivo fundamental es evitar la tala despiadada de esa
zona que el rey Salomón en su libro bíblico El cantar de los cantares,
capítulo 8, versículo 14, define metafóricamente así: “Corre, amado mío,
corre como un venado, sobre los montes llenos de aromas. Tu ombligo es
un ánfora donde no faltan vinos aromáticos. Tu vientre, un haz de trigo
rodeado de azucenas”.
Estos hermosos cantos del rey Salomón no
tendrían hoy fuente de inspiración. El panorama actual es aterrador. Las
prestobárbaras han convertido el monte de Venus, inspiración de poetas y
cantores, en desérticas dunas. Esa zona que a mediados del siglo XX
inspiró al poeta uruguayo Ángel Facal para decir: “... y tu vientre es
una ofrenda/ de los más dulces venenos,/ donde florece la felpa/ en un
triángulo perfecto”, ha perdido su encanto y apenas los Defensores del
Monte de Venus estamos encontrando las causas.
Hemos
descubierto que esta práctica empezó tímidamente con el acortamiento del
bikini. El monte de Venus le fue cediendo espacio a la prenda invasora y
las mujeres fueron reduciendo el tamaño del geométrico espacio del
armiño. Matemáticamente la ecuación se fue configurando: a menor tamaño
del bikini, menor tamaño del área sembrada del monte de Venus. Hasta
ahí, la cosa era aceptable. Pero un día, por reducción al absurdo, el
bikini se convirtió en tanga y entonces el espacio para el peluche en el
monte de Venus se redujo a cero, con las tenebrosas consecuencias para
la estética del cuerpo femenino desnudo, del erotismo y de la
sensualidad.
Un monte de Venus talado comienza a sufrir una
metamorfosis que todos los días atenta contra la estética y el erotismo.
El primer día de la tala su apariencia es rosada y podríamos decir, con
mediana ternura, que es como el “cachetito del Niño Jesús”. Los
Defensores del Monte de Venus las hemos clasificado como Cucas Barbies,
por plásticas e insípidas. Tres días después de la catástrofe ecológica,
el “haz de trigo rodeado de azucenas” del rey Salomón adquiere la
apariencia de un cachete de trompetista sin afeitar, con el agravante de
que los folículos de los vellos están enrojecidos como volcanes a punto
de eructar. Este aspecto las ubica en la categoría Cuca Galeras. Su
color rojizo no provoca ni la vista ni el roce de la mano. Al quinto
día, la cúpula de estos volcanes se ha tornado blanca y las clasificamos
como Cuca Nevado. Su apariencia gélida inhibe el beso tibio. De ahí en
adelante va configurándose la que denominamos Cuca Erizo, porque sus
púas convierten cualquier tipo de acceso carnal en una sesión de
tortura. Hacerle el amor a una mujer en esta etapa es como fornicar en
el catre de un fakir.
La sensualidad, que es la manera más
rápida, efectiva y agradable de encontrar la felicidad, ha recibido un
rudo golpe de parte de las “Taladoras del Monte de Venus”. Para el
sentido de la vista, este triángulo equilátero ha perdido su encanto y
los voyeristas están a punto de la sublevación. El sentido del gusto no
soporta el disgusto de una Cuca Barbie, al del olfato le cambiaron los
“montes llenos de aromas” por dunas desoladas y el noble sentido del
tacto ha perdido su vellocino de oro, su vértice de visón, y ahora sólo
cuenta con un desfiladero de espinas y de púas, al que cualquier
carnicero de Titiribí compararía con una banda de tocino. Un monte de
Venus acometido por el viento es música de hadas para el sentido del
oído. A monte de Venus talado, oídos sordos.
Ante esta
situación insostenible, los Defensores del Monte de Venus hemos iniciado
una cruzada mundial contra esta práctica aberrante. El primer paso será
de persuasión. Pero si fracasamos, vendrán terribles castigos para las
taladoras. En adelante, la tala del monte de Venus será causa de
divorcio, de rompimiento de noviazgo, de no pago en prostíbulos, de
exclusión del portafolio de chicas prepago y de expulsión del reinado de
Cartagena. Finalmente, la que persista en esta antiestética práctica
será condenada a la del Desprecio, que es aquella que ejecuta el verdugo
con la lengua del zapato.
* * *
Un fragmento de "El acoso de las fantasías", por Slavoj Zizek
Y refiriéndonos a un dominio aún más íntimo, ¿acaso no encontramos el mismo triángulo semiótico en los tres estilos principales del vello púbico femenino?. El vello salvaje y descuidado indica una actitud hippie que favorece la espontaneidad natural; los yuppies prefieren el disciplinado cuidado de un jardín francés (se rasura el vello junto a ambas piernas, de modo que quede tan sólo una delgada línea en el centro, con bordes bien definidos); en una actitud punk, la vagina es rapada totalmente y decorada con anillos (frecuentemente sujetos a un clítoris perforado). ¿No representa esto otra versión del triángulo semiótico de Lévi-Strauss de un "crudo" vello salvaje, un bien cuidado vello "horneado" y un vello rasurado "hervido"? Podemos ver que incluso las más íntimas actitudes referentes al cuerpo pueden convertirse en una declaración ideológica.
* * *
Y más en los enlaces
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=432
http://www.soho.com.co//vida-soho/articulo/una-historia-pelos/26099